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Recién naciendo

Una historia de amor entre poesía y cuerpo.

 
La metáfora, lo simbólico y el rito nutren y riegan las experiencias que propongo haciendo de disparadores, abriendo y activando la atención sensible, nuestro fondo poético común.
 

¿Quién este cuerpo?

La espontaneidad del movimiento contracción-contención y el soltar-liberación nos conectan con el origen de la Vida.

La precisión de esta búsqueda de lo esencial nos coloca en relación con el misterio, con la deriva, es decir, con la creatividad, con la necesidad de crear una nueva mirada que exprese los más bellos sueños, los más bellos actos.

 

Las memorias son nuestras flores. Quizás a veces, habitan en forma de semilla, por eso cuando se acaba el día, el sol ya no quema y está cerca el inicio de la noche, regar la sombra sostiene la vida. 
Regar la raíz sostiene la vida. 
 
Compartir, hacerlo en la compañía de un grupo es mirar y confiar en otras llamas. Mimar el verde.
Desnudar la luz sostiene la vida.
 
 
Las flores crecen dándose el permiso de caer en la tierra. Y entonces a esto vamos, hacia los propios centros de la existencia y de la experiencia del cómo es estar viviendo, cómo recibimos la vida.
Mover el agua sostiene la vida.
 
Las flores son vida que se libera y la piel es un jardín de flores vivas. 
 
 
La noche a veces nos ciega, nos abisma y caemos en «lo otro». La luna es el otro sol; el mar es el otro alma. En el vacío del agua nos nacemos. 
Juntas.
 
Trabajamos despacio; respirando. Profundizando.
 
Nos acariciamos con las huellas para crearlas de nuevas. 
Escuchamos.

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