Almar

El mar. Almar.

En algún rincón, algo de la vida vuelve.

Rememorando lo lejano. 

Ya fue, amor.

Justo en ese momento el sol se encontraba con la mar. Miraba el océano.

Llegaba el verano.

Hay un cielo de por lo menos ocho cielos de distancia. Y está cerca.

Ya fue, amor.

 

Dijo Kazuo Onho que Butoh es sólo una palabra que significa bailar con el corazón. 
 
 
El corazón siempre guarda. Aguarda.
Ya fue, amor. Ya fue. Ya fue.
Gracias por tu visita. Hasta pronto.
 
 
Piedra, piel, pie. Camino abierto, caedor y andante.
 
A velocidad flor.
En La vida no es una biografía, de Pascal Quignard, al inicio, en la cuarta fila escribe que la mayor parte de la vida la dedicamos a desactivar la zona traumática. 
 
Quizás por eso el ensueño nos concede e invita a un espacio para una rehistoria. El cuerpo, sueña. Desenmascara. Es el grito del alma.
Por el cuerpo atraviesa la vida, y la palabra a veces no alcanza a nombrarla, lo desnuda.
La poesía me abriga y me sostiene. También al cuerpo. 
 
Al otro lado de la piel…un gesto. Un temblor mirando justo al lado de la vida y enfrente, como un reflejo. En algún rincón algo de la vida vuelve.
Algo. Y no saber. 
Sin traición. Cuando el mar no me salva, me selva. Trae su canto, el del origen roto y sus más bellos brotes. Un blanco roto en flor.
Vulnerable y de raíz. Sensible.
Piedra piel pie. Pi.
 
Estado Ser. 
 
 
Cabalgar un dragón, o llevar la piedra. Qué más da. Espalda, respaldo. Ambos silban alas rotas. En alas del viento.
Pasarse la mayor parte de la vida desactivando el amor. Escondiendo. 
Re-tirando.
Re-caída.
 
Una mano sola escribe. «Escribir para que el agua envenedada pueda beberse», cierra Chantal Maillard. 
 
.
 
En algún rincón algo de la vida vuelve.
 
El mar. Almar.

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