Hacia el primer paso
“Cuidar también el cielo” son las palabras que siguen. Crear espacio para que en el aire también se construya una forma, un hilo.
Cuidar de la tierra, del abajo por donde los pies caminan. En cada paso, el cuerpo se coloca en un espacio vacío, en un entre, en un desequilibrio como si ese vértigo fuese la brújula que sostiene. Importa la atención, importa respirar. Mientras tanto, la intimidad de la tierra recibe donde con las huellas regresamos.
Hacia lo anterior de la piel, hacia lo anterior de la luz. Hacia donde los pulsos son lentos y con un movimiento imperceptible. Aquí el diálogo es anterior a la palabra, viene de aquel árbol viejo cerca del fuego.
Pascal Quignard, en el Origen de la Danza y con el reflejo a través del mito de Medea, escribe lo siguiente,
“La belleza está ligada a la torpeza del origen. El primer paso que da el niño es un paso de torpeza, que titubea, y es el más bello de los pasos que puede haber en el mundo sublunar donde sobreviven como pueden los hijos de los mortales”
Por eso, cuidar también del cielo. El secreto es la experiencia humana en la tierra. El rostro y las manos están vivas.
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